La vida reverdecía en Ciudad Isla, Veracruz.
La muerte esperaba en Mérida.
Hecho tan infame.
Vidas desgarradas.
Una muerte absoluta.
Muchas muertes en vida.
Sueños.
Sueños rotos.
Una madre heroica.
Inmensa…
Como, injustamente, casi sola.
Insoportable cadena de horrores:
De miserables “guardianes del orden”,
y de fatuos profesionales en el ético,
humanista y médico tratamiento.
Pigmeo conocimiento y sentimiento
de la conmiseración
y cristiana misericordia.
Que sólo prosiga
la puntual y pulcra transparencia.
La pública y expedita expresión de justicia.
¡Justicia!
Sólo justicia.
— O —
A
María Ravelo Echavarría,
y a su hijo muerto
(José Eduardo)
Russell Cerón-Grajales
12-VIII-2021