Hace tan solo un par de semanas diversos medios dieron a conocer los avances del proceso para que México logre el reconocimiento de la FAO a la milpa Maya y forme parte de los Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM). El Comité Asesor Científico de la FAO visitó milpas en Chacsinkin y Ek Balam el pasado 4 de agosto. Antes, a finales de julio, Q. Roo y Campeche se sumaron a la iniciativa de Yucatán, buscando compartir el reconocimiento.
Y es lo lógico. Las características de la milpa en la península de Yucatán básicamente son las mismas en los 3 estados.
Es solo cuestión de tiempo para que la milpa Maya sea el sistema 68 del SIPAM, aunque en total hay 13 nuevas propuestas, de 8 países, esperando ser reconocidas. La milpa Maya cumple con los requisitos de ser paisaje natural impresionante (de hecho, también se considera un sistema agroforestal), tiene prácticas agrícolas que generan medios de vida en áreas rurales, y combinan biodiversidad, resiliencia, tradición e innovación de manera única.
Hasta ahora, el SIPAM considera 5 grandes regiones en el mundo: África, Asia y Pacífico, Europa y Asia central, América Latina y el Caribe, y el Cercano Oriente y Norte de África (https://www.fao.org/giahs/giahsaroundtheworld/es/). En África solo 2 países están en el SIPAM, Kenia y Tanzania. En Asia y el Pacífico hay registrados 11 países, de los cuales China tiene reconocidos 18 sistemas agrícolas; Japón tiene 11 y 6 en espera. De Europa y Asia Central están presentes Italia, Portugal y España, éste último con 4 sistemas reconocidos. De Cercano Oriente y Norte de África están Argelia, Egipto Marruecos, Túnez y Emiratos Árabes Unidos.
De América Latina y el Caribe, Brasil, Chile, Ecuador, Perú y México están registrados, solo Ecuador tiene 2 sistemas reconocidos, los demás solo 1. México solo tiene registrada a las Chinampas, la milpa Maya está en espera.
Prácticamente todos los 67 sistemas agrícolas reconocidos en el SIPAM, y las 13 en espera, tienen origen indígena. Son manifestación clara de conocimiento y sabiduría ancestral. También son fuente potencial de nuevos conocimientos con la aplicación de métodos de investigación científica.
En México y la península de Yucatán por supuesto, hay muchos más sistemas que pueden ser incorporados en el SIPAM, por ejemplo, los huertos familiares, los canché’s, terrazas, etc.
En Latinoamérica se considera que esos paisajes agrícolas originarios son el resultado de una coevolución entre naturaleza y humanos. Es decir, son manifestación biocultural. Sin embargo, el bioculturalismo como concepto guía para entender procesos en sistemas alimentarios, no es aceptado tan fuertemente en otras formas de pensamiento, en otras culturas. Esto explica por qué en la literatura, y en los medios que difundieron la noticia de
Patrimonio Agrícola Biocultural al referirse a los sistemas que reconoce el SIPAM. La misma FAO no usa, prácticamente, el concepto biocultural sino biocentrismo.
La diferencia antes mencionada no es menor. Explica, en buena parte, las diferencias de entendimiento de los mismos procesos por parte de diferentes culturas. Estas diferencias son brechas que separan el avance colectivo en el diseño de políticas públicas. Cuando estas diferencias no se toman en cuenta dentro de un país o estado, y se aplican políticas sin tomar en cuenta la cultura local, especialmente cuando provienen de culturas ajenas, sea en forma consciente o no, estamos ampliando la brecha entre culturas y haciendo resiliente nuestro subdesarrollo. Situación nada recomendable.
Lo anterior tiene que entenderse también en el contexto del acuerdo de la Asamblea General de la ONU, del 28 de julio, 2022, en el que se acordó es un derecho humano tener acceso a medio ambiente sano. Esto, afortunadamente, ya está incorporado en la reforma de 1999 al Art. 4o Constitucional en México. Para la mejor interpretación de estos principios, así como su aplicación, es necesario e indispensable no olvidar el papel de la cultura. Todos podemos aprender de todos.